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miércoles, 26 de octubre de 2011

Pequeñas historias

En las altas cumbres existen riscos que jamás alcanzará el hombre. Son rocas tan estrechas que únicamente las patitas de las cabras monteses pueden afirmarse en ellas.

Para llegar a lo alto hay unas cabinas pendientes de cables, desde las que los viajeros pueden contemplar las piruetas y saltos de las cabras.

Al subir o bajar la cabina y acercarse a los animales, siempre hay viajeros que quieren sacarles fotos.

Y se diría que la cabra montés se da perfecta cuenta del interés que despierta, ya que parece adoptar una figura interesante, como si preguntase:

- A ver, ¿estoy bien así o me pongo de perfil? Tenga cuidado, porque en esta postura salgo más favorecida. Esperen ustedes a que vuelva la mirada más a la derecha...

Y aún añade:

- Un momento: no quiero que parezca mi cola demasiado larga...

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº

La familia de marmotas se prepara a pasar su larga noche invernal. A muchos niños les habrán dicho ésto alguna vez "Duermes más que una marmota". Y suele decirse, porque la marmota es un animalito que al llegar los fríos se mete en su cueva y permanece durante meses aletargada o dormida.

- ¡Vamos, hijos míos, poned la hierba dentro de casa!
- Ya hemos comido mucho, mamá. ¿Para qué queremos tanta hierba?
- Para cerrar bien nuestra casita. Y así dormiremos tan ricamente.
- ¿Cuánto vamos a dormir?
- Todo el invierno, hijitos.
- ¿Y cuánto es todo el invierno?
- Son días, semanas y meses seguidos. Dormiremos el invierno entero, hasta que desaparezca el frío y nazcan muchas flores sobre la hierba del campo. Entonces habrá llegado el momento y os abriré la puerta de la cueva para que salgáis a corretear.


Pequeñas historias # 2
Pequeñas historias # 3

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miércoles, 19 de octubre de 2011

El monte de los elfos

Había una gran fiesta aquella noche en honor del rico y poderoso Gnomo del Norte. Se había quedado viudo y decidió buscar esposa para sus dos hijos, que venían con él para elegir esposa entre las siete hijas del rey de los Elfos.

El Gnomo del Norte, con su corona de carámbanos y agujas de abeto, era tan cortés y simpático como arrogantes y maleducados eran sus hijos. A las siete hermanas no les habían gustado, pero su padre era un personaje demasiado importante como para rechazarlos; al Gnomo del Norte tampoco le gustaban las jóvenes. Eran bellas y sabían hacer muchas cosas extrañas, como volverse invisibles o imitar las sombras, pero no sabían nada de lo necesario para llevar una casa y hacerla alegre y tranquila.

La hermana pequeña todavía no había aprendido magias extraordinarias pero cantaba y contaba historias maravillosas. A los gnomos lo que más les gusta son las canciones y las historias, como es bien sabido.

Al oírla, el sabio Gnomo del Norte no dudó más: ¡aquélla era la mujer ideal! Pero, en vez de para sus hijos, la pidió para sí mismo.

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miércoles, 12 de octubre de 2011

David Croqueta, arquitecto y cazador

David Croqueta era hijo de un cazador y vivía muy feliz en el bosque rodeado de un sinfín de amiguitos -su perro, ardillas, pájaros, ratones- con los que no paraba de jugar.

Como se acercaba el invierno y David no quería que el frío le separase de sus amiguitos animales, les propuso hacer una casita y él dibujó los planos.

Los amiguitos de David Croqueta aplaudieron entusiasmados su idea y todos ellos le ofrecieron su colaboración para que la casita estuviese terminada cuanto antes. Y así fue como todos se pusieron al trabajo, cada cual según sus posibilidades, pero sin que ninguno de ellos se hiciera el remolón.

Pero ni David Croqueta ni sus amiguitos habían contado con la mala idea del Raposo Tuerto, un zorro viejo que años atrás había sido pirata y que cuando les vio comenzar la casita de madera, rezongó entre dientes: "No la terminaréis".

Aquel malintencionado esperó a que David Croqueta y sus amigos suspendiesen el trabajo para irse a comer. Luego, ya solo, se acercó a la casita y arremetió con fuerza contra los maderos y no paró hasta derribar toda la edificación.

Cuando David Croqueta y sus compañeros vieron cómo había quedado su casita, se enfadaron mucho ¡y con razón! Pero no se cruzaron de brazos sino que decidieron darle su merecido al Raposo entrometido y, después de armar una jaula salieron tras sus huellas para darle caza.

Como David Croqueta contaba con buenos ayudantes, no fue difícil encontrar la guarida que servía de escondite al Raposo Tuerto. Y pusieron la jaula delante del cubil para que, cuando el viejo pirata saliese a hacer otra de las suyas, quedase encerrado sin remisión.

Todo pasó como había previsto David Croqueta, y el Raposo fue apresado y enviado a un zoológico. Luego terminaron su casita, donde vivieron felices y contentos sin que aquel entrometido los volviese a molestar.

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miércoles, 5 de octubre de 2011

La reina de las abejas

Dos príncipes, hijos de un rey, partieron un día en busca de aventuras y se entregaron a una vida disipada y licenciosa, por lo que no volvieron a aparecer por su casa. El hijo tercero, al que llamaban "el bobo", púsose en camino, en busca de sus hermanos. Cuando, por fin, los encontró, se burlaron de él. ¿Cómo pretendía, siendo tan simple, abrirse paso en el mundo cuando ellos, que eran mucho más inteligentes, no lo habían conseguido?

Partieron los tres juntos y llegaron a un nido de hormigas. Los dos mayores querían destruirlo para divertirse viendo cómo los animalitos corrían azorados para poner a salvo los huevos; pero el menor dijo: - Dejad en paz a estos animalitos; no sufriré que los molestéis.

Siguieron andando hasta llegar a la orilla de un lago, en cuyas aguas nadaban muchísimos patos. Los dos hermanos querían cazar unos cuantos para asarlos, pero el menor se opuso: - Dejad en paz a estos animales; no sufriré que los molestéis.

Al fin llegaron a una colmena silvestre, instalada en un árbol, tan repleta de miel, que ésta fluía tronco abajo. Los dos mayores iban a encender fuego al pie del árbol para sofocar los insectos y poderse apoderar de la miel; pero "el bobo" los detuvo, repitiendo: - Dejad a estos animales en paz; no sufriré que los queméis.

Al cabo llegaron los tres a un castillo en cuyas cuadras había unos caballos de piedra, pero ni un alma viviente; así, recorrieron todas las salas hasta que se encontraron frente a una puerta cerrada con tres cerrojos, pero que tenía en el centro una ventanilla por la que podía mirarse al interior. Veíase dentro un hombrecillo de cabello gris, sentado a una mesa. Llamáronlo una y dos veces, pero no los oía; a la tercera se levantó, descorrió los cerrojos y salió de la habitación. Sin pronunciar una sola palabra, condújolos a una mesa ricamente puesta, y después que hubieron comido y bebido, llevó a cada uno a un dormitorio separado.

A la mañana siguiente presentóse el hombrecillo a llamar al mayor y lo llevó a una mesa de piedra, en la cual había escritos los tres trabajos que había que cumplir para desencantar el castillo. El primero decía: "En el bosque, entre el musgo, se hallan las mil perlas de la hija del Rey. Hay que recogerlas antes de la puesta del sol, en el bien entendido que si falta una sola, el que hubiere emprendido la búsqueda quedará convertido en piedra".

Salió el mayor, y se pasó el día buscando; pero a la hora del ocaso no había reunido más allá de un centenar de perlas; y le sucedió lo que estaba escrito en la mesa: quedó convertido en piedra. Al día siguiente intentó el segundo la aventura, pero no tuvo mayor éxito que el mayor: encontró solamente doscientas perlas, y, a su vez, fue transformado en piedra. Finalmente, tocóle el turno a "el bobo", el cual salió a buscar entre el musgo. Pero, ¡qué difícil se hacía la búsqueda, y con qué lentitud se reunían las perlas! Sentóse sobre una piedra y se puso a llorar; de pronto se presentó la reina de las hormigas, a las que había salvado la vida, seguida de cinco mil de sus súbditos, y en un santiamén tuvieron los animalitos las perlas reunidas en un montón.

El segundo trabajo era pescar del fondo del lago la llave del dormitorio de la princesa. Al llegar "el bobo" a la orilla, los patos que había salvado acercáronsele nadando, se sumergieron, y, al poco rato, volvieron a aparecer con la llave pedida.

El tercero de los trabajos era el más difícil. De las tres hijas del Rey, que estaban dormidas, había que descubrir cuál era la más joven y hermosa, pero era el caso que las tres se parecían como tres gotas de agua, sin que se advirtiera la menor diferencia; sabíase sólo que, antes de dormirse, habían comido diferentes golosinas. La mayor, un terrón de azúcar; la segunda, un poco de jarabe, y la menor, una cucharada de miel.

Compareció entonces la reina de las abejas, que "el bobo" había salvado del fuego, y exploró la boca de cada una, posándose, en último lugar, en la boca de la que se había comido la miel, con lo cual el príncipe pudo reconocer a la verdadera. Se desvaneció el hechizo; todos despertaron, y los petrificados recuperaron su forma humana. Y "el bobo" se casó con la princesita más joven y bella, y heredó el trono a la muerte de su suegro. Sus dos hermanos recibieron por esposas a las otras dos princesas.

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