Bienvenido a nuestro "Libro de Cuentos", esperamos que puedas encontrar aquí tus historias favoritas.
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miércoles, 30 de mayo de 2012

El lebrato

Vete al jardín, lebratillo,
ve al jardín, anda, guapillo.
Sal al jardín, buen lebrato,
anda, sal! que eres muy guapo!
Corta una flor, lebratillo,
corta dos, anda, guapillo.
Corta una flor, buen lebrato,
corta dos, que eres muy guapo!
Haz un ramo, lebratillo,
haz un ramo, anda, guapillo.
Haz un ramo, buen lebrato,
un ramo! que eres muy guapo!
Baila airoso, lebratillo,
baila airoso, anda, guapillo.
Baila con garbo, lebrato,
con garbo, que eres muy guapo!

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miércoles, 23 de mayo de 2012

El protector del carretero

Había llovido y el camino se había convertido en un fangal. En un recodo, el carro metió una rueda en un agujero; estaba tan cargado que ni los esfuerzos del burro que lo arrastraba ni las injurias del hombre que lo guiaba consiguieron moverlo un ápice.

El carretero, un hombre necio, se descargó con el burro. Lo llenó de insultos y también golpeó al pobre animal, pero no consiguió nada. Entonces invocó a su santo patrón, prometiendo encenderle una vela si le ayudaba a salir de allí.

- Antes de ir a buscar la vela -le pareció que decía una voz- ¿por qué no dejas de golpear a ese pobre animal que no te ha hecho nada y buscas unas piedras para rellenar el agujero? Descarga el carro todo lo que puedas, toma aquella rama caída y utilízala como palanca.

El carretero, asustado, obedeció sin siquiera darse cuenta de lo que hacía. Cuando terminó y arreó otra vez al burro, el carro salió con facilidad del fango.

- Milagro! -gritó el hombre, empapado en sudor por el esfuerzo. 
- No te confundas -le corrigió la voz. No es un milagro; simplemente hay que usar la cabeza y ayudarse a uno mismo.

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miércoles, 16 de mayo de 2012

La gallinita pinta

Eranse que se eran un abuelo y una abuela. Tenían una gallinita bonita, pinta. 

La gallina puso un huevo, pero no corriente, sino de oro reluciente.

El abuelo lo golpeó más de una vez, pero nunca lo pudo romper.

La abuela también lo golpeó, pero tampoco lo rompió.

Un ratoncillo, al correr, al huevo dio con el rabillo, y lo hizo caer. El huevecico quedó hecho añicos.

El abuelo lloraba, la abuela estaba desconsolada y la gallinita pinta cacareaba:

Co-co-co-cóo! Co-co-co-cóo!Consuélate, abuelita; no llores, abuelito! Que yo os pondré otro huevecito, pero no de oro reluciente, sino de los corrientes!

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miércoles, 9 de mayo de 2012

El Arca de Noé de Pedrín - Parte II

De repente, el señor y la señora Noé se adelantaron hasta el rey y la reina e hicieron una rígida reverencia, debido a su condición de muñecos de madera.

- Majestades! -dijeron. ¿Les importaría aceptar nuestra arca de madera? La desalojaríamos de animales y podemos hacer que sea muy cómoda. Por lo demás, el agua no penetra en ella y flota muy bien.

- En alguna ocasión he oído hablar del arca de Noé -dijo el rey- pero nunca he visto una. Dejadme que la vea. La reina y yo estamos ya casi secos.

Salieron de la casa de las muñecas y se fueron hasta el arca de Noé. Los juguetes los acompañaron, si bien muy enojados con el señor y la señora Noé.

- Vaya atrevimiento! ¿A quién se le ocurre ofrecer tan vetusta arca al rey y a la reina? -susurraron al señor Noé. - ¿En qué estaban pensando?

Pero el señor Noé no les hizo caso. Levó al rey hasta el arca y la reina se fue con la señora Noé.

- Caramba! -exclamó sorprendido el rey. ¿Así que ésto es el arca de Noé? Es lo suficiente grande para viajar todos cómodamente. Desde luego, es mucho mejor que un pequeño bote. Me siento muy agradecido, señor Noé, por su amable oferta. ¿Quiere acompañarnos en el viaje y gobernar el arca? Imagino que mis sirvientes ignoran cómo se hace.

- Encantado, Majestad! -respondió Noé sonrojado de placer.

Los juguetes, estupefactos, no dijeron ni una palabra. El rey llamó a sus criados y les mostró el arca.

- ¿Estamos ya? -les preguntó.
- Primero tengo que hacer bajar  a todos los animales -respondió el señor Noé. - Viven dentro, como su Majestad sabe, dos de cada especie.

El señor Noé batió palmas y llamó a los animales, que empujaron hacia arribala tapa para ver qué ocurría en el exterior.

- Salid! -gritó el señor Noé. - El rey y la reina del País de las Hadas necesitan el arca para hacer un viaje.

La pintoresca población de animales de madera caminó hacia el rey y la reina, de dos en dos, y les hicieron una reverencia. Sus Majestades recibieron con agrado el homenaje de pleitesía, encantados de ver unas bestias tan bien educadas.

- Ahora, Majestad, pediré una escalera de la granja de juguete -dijo el señor Noé. Así, sus Majestades podrán subir fácilmente al arca. Se volvió a los demás juguetes y gritó: - Soldados, id en busca de cómodos sillones a la casa de las muñecas para sus Majestades!

Los soldados obedecieron prestamente y se fueron en busca de los sillones. La pepona trajo la escalera de la granja y el señor Noé la apoyó contra el costado del arca. El rey, la reina y todos sus sirvientes se acomodaron en el interior del arca, sentados.

Los soldados ataron cuerdas al arca y la arrastraron, deslizándola por el piso y luego por la hierba. Pronto se halló junto al estanque, donde con suave chapoteo, fue botada. Los juguetes vitorearon alegres y les dijeron adiós. Los animales de madera que vivían en el arca se aproximaron por parejas al agua y el rey y la reina sonrieron al verlos.

El arca navegó por el estanque al resplandor de la luna, en línea recta al País Botón de Oro. El príncipe quedó sorprendido al verla.

- Muchísimas gracias - dijeron el rey y la reina  al señor y a la señora Noé. No sé cómo nos las hubiésemos arreglado sin ustedes y su maravillosa arca. Por favor vengan a visitarnos. Les mandaremos una invitación cuando regresemos al País de las Hadas.

El señor y la señora Noé se despidieron y navegaron de regreso a casa, sencillamente encantados de haber podido ayudar a sus Majestades. En cuanto a los demás juguetes, todas las alabanzas les parecían pocas.

- Nos avergüenza habernos reído del arca -dijeron. Contadnos vuestras aventuras!

Y cáspita! Un día llegó la invitación del rey y la reina para una fiesta a la luz de la luna en el País de las Hadas para los esposos Noé y sus animales. La conmoción fue tremenda. Los demás juguetes envidiaron la suerte de sus amigos.

El viaje no fue preciso hacerlo en el arca, pues el mensajero -un duendecillo- se ofreció a llevarlos por un atajo en el jardín y un pasadizo en el hueco de un roble. El señor y la señora Noé caminaron muy orgullosos, seguidos de sus animales emparejados. Realmente fue todo un espectáculo. Me hubiera gustados acompañarlos, ¿a vosotros no?

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miércoles, 2 de mayo de 2012

El Arca de Noé de Pedrín - Parte I

Pedrín tenía una maravillosa caseta en el fondo del jardín. Allí guardaba todos sus juguetes: soldados, fortaleza, osito, pepona, libros y  una magnífica arca de Noé con toda clase de animales.

Frente a la caseta había un pequeño estanque, donde Pedrín solía hacer que navegase la gran arca, dos botes y un barco. Así se divertía muchísimo.

Un día su primo Juanito le invitó a su casa, donde pasaría la noche, y le rogó que se llevase toda su flotilla.

- Tengo un precioso estanque en mi jardín -afirmó Juanito. Haremos navegar nuestros barcos y lo pasaremos estupendo. 

Pedrín sacó de su caseta el completo de sus embarcaciones, cerró la puerta y se fue con Juanito. Los demás juguetes se quedaron muy tristes, pues intuyeron que nadie jugaría con ellos aquel día.

- Me fastidia que Pedrín se vaya y nos deje -dijo Osito.
- Los juguetes nunca tienen aventuras como los niños y las niñas -arguyó la pepona. Permanecemos quietos aquí y no hacemos nada a menos que Pedrín juegue con nosotros. Oh! Me gustaría tener una aventura, ¿vosotros no?
- ¿Y lo preguntas? -gritaron los soldados.

El señor y la señora Noé exclamaron: - Quizás algún día gocemos todos una extraordinaria aventura. 
- Bah! -respondieron despreciativos los demás. No es probable que hayan aventuras en su desvencijada arca!

Los esposos Noé quedaron silenciosos. Se habían pasado de moda y a menudo sufrían las burlas de los otros juguetes que se reían de su arca de madera.

Sin embargo, aquella noche hubo una aventura de verdad en la que participaron todos los juguetes. Era medianoche en punto cuando un gran alboroto en el exterior los despertó sobresaltados. Alguien llamaba en la puerta de la casita.

- Abrid, abrid en nombre del rey del País de las Hadas! -decía alguien.

Osito corrió a abrir la puerta y halló a un duendecillo totalmente mojado.

- Oh! -dijo. Ha sucedido una cosa terrible. El Rey la Reina del País de las Hadas navegaban por el lago en su barco para hacer una visita al Príncipe del País Botón de Oro, cuando de repente una tempestad les echó a pique el barco.

- Repámpanos! -gritaron aterrados los juguetes. Se han ahogado?
- No, nadie se ha ahogado -afirmó el duende. Pero todos estamos empapados y el buque se ha hundido. Queremos saber si nos permiten entrar y secarnos.
- Naturalmente que sí! -exclamaron los juguetes. Sentimos vuestra desdicha. Ahora encenderemos fuego en la casa de las muñecas y podréis secaros.

Los soldados corrieron a la casa de las muñecasy abrieron la puerta principal. Encendieron rápidamente el fuego de la salita y de la cocina, y pusieron un jarro de leche con cacao a calentar. 

Luego entraron el rey y la reina totalmente empapados y temblorosos, y se mostraron encantados al ver el chisporroteante fuego. Sentados al calor de las llamas, sus ropas no tardaron en secarse.

Los pequeños duendecillos les sirvieron diminutas tacitas de leche con cacao. 

- Lamentamos que hayan vivido tan triste odisea, Majestades -dijo Osito. Nos gustaría ofrecerles para esta noche la casa de las muñecas pero, desgraciadamente, no hay camas. Pedrín se las dio a una amiguita suya un día que vino a jugar con él. 

- Qué lástima! -exclamó la reina. De todos modos, tampoco nos sería posible aceptar vuestra gentil invitación. Hemos de reanudar el viaje tan pronto estén secas nuestras ropas, pues de lo contrario el Príncipe del País Botón de Oro se preocuparía por nosotros.

- ¿No disponéis por casualidad de un bote que podáis prestarnos? -preguntó el rey. 
- Oh, Majestad! Pedrín se los ha llevado a la casa de su primo -respondieron los juguetes.
- En tal caso, nos conformaríamos con un pequeño vapor de juguete -sugirió el rey.
- Pedrín se lo llevó también -informó la pepona. ¿Cómo podrán sus majestades solucionar el problema del viaje?
- La verdad es que lo ignoro - respondió el rey. Vosotros mismos acabáis de informarnos que no hay camas para dormir ni embarcación que nos lleve. Menudo problema el nuestro!

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