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miércoles, 9 de mayo de 2012

El Arca de Noé de Pedrín - Parte II

De repente, el señor y la señora Noé se adelantaron hasta el rey y la reina e hicieron una rígida reverencia, debido a su condición de muñecos de madera.

- Majestades! -dijeron. ¿Les importaría aceptar nuestra arca de madera? La desalojaríamos de animales y podemos hacer que sea muy cómoda. Por lo demás, el agua no penetra en ella y flota muy bien.

- En alguna ocasión he oído hablar del arca de Noé -dijo el rey- pero nunca he visto una. Dejadme que la vea. La reina y yo estamos ya casi secos.

Salieron de la casa de las muñecas y se fueron hasta el arca de Noé. Los juguetes los acompañaron, si bien muy enojados con el señor y la señora Noé.

- Vaya atrevimiento! ¿A quién se le ocurre ofrecer tan vetusta arca al rey y a la reina? -susurraron al señor Noé. - ¿En qué estaban pensando?

Pero el señor Noé no les hizo caso. Levó al rey hasta el arca y la reina se fue con la señora Noé.

- Caramba! -exclamó sorprendido el rey. ¿Así que ésto es el arca de Noé? Es lo suficiente grande para viajar todos cómodamente. Desde luego, es mucho mejor que un pequeño bote. Me siento muy agradecido, señor Noé, por su amable oferta. ¿Quiere acompañarnos en el viaje y gobernar el arca? Imagino que mis sirvientes ignoran cómo se hace.

- Encantado, Majestad! -respondió Noé sonrojado de placer.

Los juguetes, estupefactos, no dijeron ni una palabra. El rey llamó a sus criados y les mostró el arca.

- ¿Estamos ya? -les preguntó.
- Primero tengo que hacer bajar  a todos los animales -respondió el señor Noé. - Viven dentro, como su Majestad sabe, dos de cada especie.

El señor Noé batió palmas y llamó a los animales, que empujaron hacia arribala tapa para ver qué ocurría en el exterior.

- Salid! -gritó el señor Noé. - El rey y la reina del País de las Hadas necesitan el arca para hacer un viaje.

La pintoresca población de animales de madera caminó hacia el rey y la reina, de dos en dos, y les hicieron una reverencia. Sus Majestades recibieron con agrado el homenaje de pleitesía, encantados de ver unas bestias tan bien educadas.

- Ahora, Majestad, pediré una escalera de la granja de juguete -dijo el señor Noé. Así, sus Majestades podrán subir fácilmente al arca. Se volvió a los demás juguetes y gritó: - Soldados, id en busca de cómodos sillones a la casa de las muñecas para sus Majestades!

Los soldados obedecieron prestamente y se fueron en busca de los sillones. La pepona trajo la escalera de la granja y el señor Noé la apoyó contra el costado del arca. El rey, la reina y todos sus sirvientes se acomodaron en el interior del arca, sentados.

Los soldados ataron cuerdas al arca y la arrastraron, deslizándola por el piso y luego por la hierba. Pronto se halló junto al estanque, donde con suave chapoteo, fue botada. Los juguetes vitorearon alegres y les dijeron adiós. Los animales de madera que vivían en el arca se aproximaron por parejas al agua y el rey y la reina sonrieron al verlos.

El arca navegó por el estanque al resplandor de la luna, en línea recta al País Botón de Oro. El príncipe quedó sorprendido al verla.

- Muchísimas gracias - dijeron el rey y la reina  al señor y a la señora Noé. No sé cómo nos las hubiésemos arreglado sin ustedes y su maravillosa arca. Por favor vengan a visitarnos. Les mandaremos una invitación cuando regresemos al País de las Hadas.

El señor y la señora Noé se despidieron y navegaron de regreso a casa, sencillamente encantados de haber podido ayudar a sus Majestades. En cuanto a los demás juguetes, todas las alabanzas les parecían pocas.

- Nos avergüenza habernos reído del arca -dijeron. Contadnos vuestras aventuras!

Y cáspita! Un día llegó la invitación del rey y la reina para una fiesta a la luz de la luna en el País de las Hadas para los esposos Noé y sus animales. La conmoción fue tremenda. Los demás juguetes envidiaron la suerte de sus amigos.

El viaje no fue preciso hacerlo en el arca, pues el mensajero -un duendecillo- se ofreció a llevarlos por un atajo en el jardín y un pasadizo en el hueco de un roble. El señor y la señora Noé caminaron muy orgullosos, seguidos de sus animales emparejados. Realmente fue todo un espectáculo. Me hubiera gustados acompañarlos, ¿a vosotros no?

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