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miércoles, 28 de noviembre de 2012

La gata blanca y los duendes

Un hombre había estado en el Polo Norte y había capturado un oso blanco para regalárselo al Zar. Al regresar, le sorprendió la fría noche en el bosque y pidió cobijo a un leñador.

- De acuerdo, pero tendrás que arreglártelas como puedas, porque no va a haber mucho sitio. El 5 de abril es la fiesta de los trolls, los traviesos espíritus del bosque, que tienen la mala constumbre de venir a celebrar la fiesta en mi casa.

Por la noche llegaron los trolls. Eran muchísimos, inquietos y alborotadores como críos. Uno vio el pelo que salía de debajo de la estufa y creyó que era un gato blanco. Empezó a hacerle travesuras hasta que el oso se levantó, enfurecido, y los trolls escaparon a toda velocidad, aterrorizados.

El leñador le agradeció efusivamente al hombre, que continuó su camino. Al año siguiente, antes de volver, los trolls preguntaron si todavía seguía en la casa aquella "gataza".

- ¡Por supuesto! -afirmó el leñador. Y también los siete hijos que ha tenido, que son grandes y feroces como ella.

No hace falta decir que desde entonces los trolls no volvieron a aparecer por la humilde casa del astuto leñador.

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miércoles, 21 de noviembre de 2012

El zueco de oro

El grito del vendedor de zapatos y de zuecos, que pasaba por el camino cargado de mercancías, molestaba a los aldeanos. Para que los dejara en paz, decidieron comprarle todo.

Se estableció el precio, pero cuantos más zuecos compraban y amontonaban en medio del camino, más llenas volvían a estar las cestas. No cabía duda; era cosa de brujería. Y empezaron a reñir.

En aquel momento apareció la carroza del rey. Los aldeanos pidieron justicia pero el vendedor regaló al principito, que iba con su padre, un pequeño zueco de oro y el rey le dio la razón. Inmediatamente, el vendedor misterioso despareció.

Muy pronto se descubrió que el zueco de oro estaba embrujado; no sólo no conseguían quitárselo del pie sino que crecía a la vez que el pie del príncipe. Pero, como no hacía ningún daño, no parecía una cosa muy importante.

Años después, el rey pensó que ya era hora de buscar una esposa a su hijo. En cuanto se convenía un matrimonio, el zueco empezaba a hacerle daño y no paraba hasta que no se anulaba. El rey consultó con un mago y supo que su hijo sólo podría casarse con quien pudiera quitarle el zueco.

Primero lo intentaron las princesas, luego las marquesas y las condesas, hasta que le llegó el turno a una criada harapienta y sucia. La joven se arrodilló a los pies del príncipe, besó el zueco y se lo quitó sin hacer esfuerzo.

El rey estaba furioso: ¡no podía permitir que su hijo se casara con una criada! Justo entonces se oyó el grito del zapatero y al instante la muchacha, que había robado de la cuna real de un reino cercano, se transformó en la más encantadora y buena princesa que nunca se hubiera visto.

Las fiestas duraron muchos días y los dos jóvenes fueron muy felices.

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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Las bromas de los gnomos

Una mujer había tenido un hijo pero los gnomos se lo habían quitado y en su lugar habían puesto en la cuna un pequeño gnomo.

La madre les suplicó que le devolvieran su niño, pero ellos no paraban de reír por la broma que le habían gastado.

En medio de su dolor, un día la mujer puso en el fuego un huevo en vez de la olla. Los gnomos, que siempre andaban dando vueltas por la cocina, estallaron en carcajadas, porque ya se sabe que es ésto lo que más les gusta.

Y volvieron a poner al niño en su cuna.

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miércoles, 7 de noviembre de 2012

El gallito y la garduña

Mientras el gallito lanzaba un sonoro quiquiriquí, la garduña llegó silenciosamente por detrás.

- Sí, cantas bien, pero concozco un gallo que sabe cantar sobre una sola pata.

- ¡Menuda cosa! - y el gallito hizo una exhibición sobre una sola pata.

- El otro cierra los dos ojos a la vez.

- ¡Yo también puedo hacerlo!

Mientras el gallito hacía la prueba, la garduña le saltó encima y se lo llevó al bosque para comerlo tranquilamente. Cuando llegó el momento, lo sujetó fuertemente con las patas y ...

- ¿No te han enseñado a rezar antes de comer? -dijo el gallito.

- ¡Claro que sí! -la garduña lo soltó para santiguarse y el gallo voló hasta una rama. La otra no se dio por vencida. Tomó una hoja seca y fingió leer.

- Es una carta del Rey, pero no entiendo nada. ¿Por qué no me la lees tú que eres tan listo?

- De mil amores, pero en otro momento porque allí vienen los cazadores.

La garduña escapó a toda prisa y el astuto gallito volvió al gallinero.

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