Bienvenido a nuestro "Libro de Cuentos", esperamos que puedas encontrar aquí tus historias favoritas.
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lunes, 30 de diciembre de 2013

Los dos hermanos y el nabo

Había dos hermanos, uno riquísimo y poderoso, y el otro más pobre que las ratas. Este, para conseguir algo de comida, limpió y sembró con gran esfuerzo un trozo de tierra.

Crecieron nabos y uno se hizo tan grande que el hombre no sabía qué hacer con él. No podía comerlo porque para terminarlo hubieran hecho falta cien invitados que no se hubieran contentado sólo con nabo; tampoco podía venderlo en el mercado porque la ganancia no le compensaría del trabajo de llevarlo hasta la ciudad.

Después de mucho pensar, decidió regalar el nabo al rey, que agradeció muchísimo el insólito regalo, convencido de que al ser tan raro, debía de valer muchísimo. El rey quiso devolver el gesto con generosidad, y le dio al campesino muchísimo oro.

Cuando su hermano lo supo, pensó que si un nabo había sido recompensado tan espléndidamente, ¡cómo lo sería un regalo realmente importante! Así que metió en un cofre las joyas más preciosas que tenía y se las llevó al rey. Este, por su parte, le dio lo más precioso tenía: ¡el enorme nabo que le había regalado el campesino!

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miércoles, 18 de diciembre de 2013

El fiel caballo y la zorra

Un árabe tenía un caballo que le había servido fielmente durante muchos años; pero como ya era viejo, el amo no lo quería. Le dijo:

- Vete. Cuando vuelvas fuerte como un león, te volveré a abrir la puerta del establo.

El pobre caballo se fue. Por el camino se encontró con una zorra y le contó su desgracia. La zorra lo consoló:

- Valor, amigo caballo. Túmbate aquí y hazte el muerto. Del resto me ocupo yo.

La zorra corrió a la guarida de un león.

- ¡Hay un caballo muero en el camino! ¡Corre a buscarlo!

- ¿Y cómo lo traigo hasta aquí? Pesa mucho.

- No te preocupes, amigo -respondió la zorra. Yo te ataré el caballo a la cola.

Al león le pareció bien el plan. La zorra ató fuertemente la cola del caballo y la del león, pero cuando terminó de anudarlas, gritó al caballo:

- ¡Hop, hop!

El caballo se puso de pie y corrió a casa de su amo, llevando a rastras al león furioso y rugiente. Cuando el amo lo vio, le dijo:

- ¡Eres más fuerte que un león!

Y volvió a tomarlo.

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viernes, 13 de diciembre de 2013

La historia del rey Prudencio

Había una vez un rey muy precavido y desconfiado al que llamaban Prudencio. Como no se fiaba ni de los caballos, siempre iba a pie; hasta que su séquito, cansado de tanto andar, pidió a un mago que inventara una especie de silla que se moviera sola.

A los dos días, el invento estaba listo. El mago les dijo:

- Se llama bicicleta.

Un ministro se encargó de enseñar al rey el funcionamiento de la bicicleta, pero se cayó y se rompió un brazo. Cuando se curó, volvió donde el mago:

- Necesitamos algo más seguro que una silla: una carroza completa que se mueva sola.

Para el nuevo invento, que se llamaba automóvil, necesitó una semana; pero al ir a probarlo, el ministro chocó contra un árbol y se rompió la cabeza.

El rey Prudencia siguió andando a pie, hasta que tropezó, cayó y se rompió una pierna. Entonces comprendió que se había equivocado al culpar a la bicicleta y al automóvil de lo que había pasado.

Fue él mismo a ver al mago y le encargó carrozas sin caballos para él y para toda la corte.

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

El velo encantado

Un joven campesino llevaba una mísera existencia en su cabaña, pero no se quejaba porque para su sensible alma la contemplación de la naturaleza era más preciosa que cualquier tesoro.

Un día atrajo su atención un delicado perfume que venía del bosque. Siguió la estela aromática y llegó a un pino, entre cuyas ramas estaba atrapado un magnífico velo tejido con rayos de sol y de luna e incrustado con estrellas.

El campesino lo tomó, pero se le apareció una muchacha y le pidió que le devolviera el velo. Al principio el joven se negó y la muchacha rompió a llorar.

- Soy una ninfa. Sin el velo nunca podré regresar con mis hermanas.

- Demuéstrame que es verdad lo que dices bailando para mí como sólo las ninfas saben bailar.

La muchacha tomó el velo y comenzó a bailar en el aire, haciendo revolotear su velo alrededor del joven, sobre el que iba cayendo una lluvia de flores.

El campesino nunca supo si había soñado o si había sucedido de verdad, pero desde aquel día fue más feliz todavía por lo que la naturaleza le daba.

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