Una niña y su madre eran tan pobres que muchas veces no tenían ni pan para comer. Cuando pasaba el hombre de los helados, la niña miraba a los otros que lamían grandes barquillos de colores, pero era por hambre no por glotonería.
El heladero se dio cuenta y quedó tan conmovido que le regaló el carrito entero.
- ¿ Y cuándo se acaba el helado?
- El carrito es mágico y hace helados él solo; no tienes más que decirle los gustos que quieres y después, cuando los recipientes estén llenos, dile así: "Ya basta".
Y así, desde aquel día, tuvieron todo el helado que quisieron.
Pero un día la niña había ido a la casa de una amiguita y a la madre le entraron ganas de comer algo.
- Chocolate y pistacho -ordenó.
E inmediatamente el carrito se puso a hacer helado. Tanto hizo que un recipiente se desbordó y salió un río de pistacho; y del otro, un río de chocolate, porque la mujer no sabía cómo pararlo.
El helado cubrió el pueblo hasta que llegó la niña y dijo "¡Ya basta!", pero quiso volver a la ciudad tuvo que abrirse camino lamiendo chocolate y pistacho.
El heladero se dio cuenta y quedó tan conmovido que le regaló el carrito entero.
- ¿ Y cuándo se acaba el helado?
- El carrito es mágico y hace helados él solo; no tienes más que decirle los gustos que quieres y después, cuando los recipientes estén llenos, dile así: "Ya basta".
Y así, desde aquel día, tuvieron todo el helado que quisieron.
Pero un día la niña había ido a la casa de una amiguita y a la madre le entraron ganas de comer algo.
- Chocolate y pistacho -ordenó.
E inmediatamente el carrito se puso a hacer helado. Tanto hizo que un recipiente se desbordó y salió un río de pistacho; y del otro, un río de chocolate, porque la mujer no sabía cómo pararlo.
El helado cubrió el pueblo hasta que llegó la niña y dijo "¡Ya basta!", pero quiso volver a la ciudad tuvo que abrirse camino lamiendo chocolate y pistacho.
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