Jacobito era un poco bobo, pero tenía muy buena voluntad y era muy servicial.
Un día había ido a comer a casa de un amigo y tuvo mucha suerte, porque su padre, su madre y sus dos hermanos comieron setas y se encontraban tan mal que tenían miedo de que las setas estuvieran envenenadas.
- ¡Corre a la farmacia! -le ordenó su padre, que casi no se podía mover del dolor de tripas. - ¡Que te den algo fuerte para un cólico, una dosis para cuatro personas! ¿Has comprendido bien?
- Sí, papá: me tienen que dar algo contra el envenenamiento de setas, una dosis para cuatro.
- ¡Muy bien! ¡Corre y vuelve pronto!
Pero espera y espera y Jacobito no volvía. El padre empezó a preocuparse; aquel chico era capaz de cualquier cosa. Por suerte, el hombre se encontraba mejor y salió a buscarlo.
Lo encontró sentado en el cordón de la vereda, retorciéndose de dolor y agarrándose la barriga.
- Pero, ¿qué has hecho?
- ¡Lo que tú me dijiste, papá! He pedido las cuatro dosis y me las he tomado!
Un día había ido a comer a casa de un amigo y tuvo mucha suerte, porque su padre, su madre y sus dos hermanos comieron setas y se encontraban tan mal que tenían miedo de que las setas estuvieran envenenadas.
- ¡Corre a la farmacia! -le ordenó su padre, que casi no se podía mover del dolor de tripas. - ¡Que te den algo fuerte para un cólico, una dosis para cuatro personas! ¿Has comprendido bien?
- Sí, papá: me tienen que dar algo contra el envenenamiento de setas, una dosis para cuatro.
- ¡Muy bien! ¡Corre y vuelve pronto!
Pero espera y espera y Jacobito no volvía. El padre empezó a preocuparse; aquel chico era capaz de cualquier cosa. Por suerte, el hombre se encontraba mejor y salió a buscarlo.
Lo encontró sentado en el cordón de la vereda, retorciéndose de dolor y agarrándose la barriga.
- Pero, ¿qué has hecho?
- ¡Lo que tú me dijiste, papá! He pedido las cuatro dosis y me las he tomado!
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