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miércoles, 12 de febrero de 2014

La guerra de los magos

El mago ¡Ah! estaba en guerra con el mago ¡Oh! Este último fue hecho prisionero pero no se dio por vencido, se convirtió en un fogoso caballo y huyó. ¡Ah! se dio cuenta; se convirtió en un galgo y lo persiguió.

¡Oh! estaba a punto de ser atrapado, pero se transformó en un lobo y se lanzó contra el galgo. ¡Ah! estaba a punto de ser despedazado, pero se transformó en un oso, mientras que el otro, imaginándoselo se convirtió en un león.

Para escapar de las garras de la bestia, ¡Ah! se convirtió en cisne y salió volando. Vio que lo perseguía un halcón y se lanzó al mar transformado en pez. ¡Oh!, que ahora era un tiburón, iba ya a comérselo cuando ¡Ah! consiguió llegar a la costa, donde la princesa estaba lavando.

Se convirtió en jabón y la joven intentó tomarlo, pero ¡Ah! se convirtió en un anillo de oro y ella se lo puso en el dedo. Llegó un mercader, que era ¡Oh!, y se lo pidió: el anillo se rompió en granos de trigo.

El mercader se transformó en un gallo, picoteó por todas partes y salió volando y cantando victoria; pero un grano se había escondido y salió cuando el gallo ya no estaba. Se convirtió en un príncipe y se casó con la princesa.

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jueves, 31 de octubre de 2013

El valiente Iván y el agua de la vida

Un zar muy viejo se enteró de la existencia de una princesa de cuyos dedos brotaba un agua prodigiosa que rejuvenecía y mandó al mayor de sus hijos a buscarla.

El joven llegó hasta el fin del mundo, pero supo que tendría que atravesar todavía tres puentes: en el primero, como peaje, tendría que dejarse cortar un brazo; en el segundo, una pierna; y en el tercero, la cabeza.

El príncipe, desanimado, abandonó la empresa y regresó.

Volvió a intentarlo Iván, el hijo menor, que llegó más allá de los confines del mundo. En el primer puente, en vez de dejarse cortar el brazo, lo utilizó para inmovilizar a los guardias; en el segundo, usó las piernas para correr; en el tercero, empleó la cabeza para pensar, y consiguió pasar sin ser visto.

Al fin llegó a un castillo de oro. Dentro había una bellísima joven dormida. Iván se disponía a recoger el agua que le manaba de los dedos cuando ella se despertó e hizo que él cayera dormido.

Pero pronto se arrepintió al ver lo valiente y guapo que era y lo despertó con el agua de la vida. Entonces, los dos volvieron junto al zar, que dio permiso para que se casaran.

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miércoles, 9 de octubre de 2013

El barril mágico y la espada encantada

Iván el cosaco había salvado a una maga que, a cambio, le había regalado un barril mágico: si se giraba hacia un lado aparecía un castillo; y si se giraba hacia el otro, el castillo desaparecía.

Pero Iván no sabía qué hacer con él y hacía tiempo que esperaba una ocasión buena para cambiarlo por un objeto más útil.

Una noche, encontró a un viejo que le pidió de comer. Iván hizo aparecer el castillo, invitó generosamente al anciano a entrar y le dio de comer hasta saciarse en la mesa que encontraron ya preparada. Al viejo le gustó mucho el castillo y quiso comprarlo; a cambio le daría su espada.

- ¿Para qué la quiero? - la rechazó Iván. Yo ya tengo mi sable.

- Pero ésta es mágica. Basta con levantar un brazo y ella lo hace todo. Para demostrarlo, el viejo levantó el brazo y la espada voló a talar un bosque cercano. El negocio se cerró inmediatamente.

Cuando Iván volvió a su casa, encontró que la ciudad estaba sitiada. Levantó el brazo y la espada venció a todo el ejército enemigo. El zar lo ascendió a general y además le dio a su hija por esposa. ¡Y todo por un gesto de generosidad!

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