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miércoles, 19 de septiembre de 2012

La casita de la liebrecita - Parte 2

Otra vez estaba la liebre llora que te llora. Se le acercó un oso viejo.

- ¿Por qué lloras, liebre?
- ¡Cómo no voy a llorar! Tenía yo una casita de troncos buenos, mientras que la de la raposa era de hielo. Y al llegar la primavera, se derritió. La raposa me pidió que la dejara dormir en mi casa, y ahora me ha echado a la calle.
- No llores, liebrecita -dijo el oso. Yo la echaré de allí.
- ¡No, no la echarás! Unos perros echarla quisieron, pero no lo consiguieron. Un lobo feroz la quiso echar, y no lo pudo lograr. Tú tampoco podrás.
- Sí, podré.

 Entró el oso en la casita y empezó a rugir:
- ¡Groarr, groarr! ¡Largo de ahí, raposa!

Pero ella contestó:
- Como baje,
de un zarpazo,
¡te destrozo
en mil pedazos!

Se asustó el oso y emprendió la retirada.

Ya estaba nuevamente llorando la liebre. Se le acercó un gallo con una guadaña.

- ¡Kikirikí! ¿Por qué lloras, liebre?
- ¡Cómo no voy a llorar, gallito! Tenía yo una casita de troncos buenos, mientras que la de la raposa era de hielo. Y al llegar la primavera, se derritió. La raposa me pidió que la dejara dormir en mi casa, y ahora me ha echado a la calle.
- No te apures, liebrecita. Yo echaré de tu casa a esa asquerosa.
- ¡No, no la echarás! Unos perros echarla quisieron, pero no lo consiguieron. Un lobo feroz la quiso echar, y no lo pudo lograr. Un oso lo intentó, y con las ganas se quedó. ¡Menos podrás tú!
- Sí, podré.

Se metió el gallo en la casita:
- ¡Kikiriquí!
Ya estoy aquí.
Traigo botas coloradas
y una guadaña afilada.
Si quiero, el cuello te corto.
¡Baja enseguida del horno!

Al oír aquello, la raposa se asustó y repuso:
- Ahora mismo me visto...

Pero el gallo repitió:
- ¡Kikiriquí!
Ya me tienes aquí.
Traigo botas coloradas
y una guadaña afilada.
Si quiero, el cuello te corto.
¡Baja enseguida del horno!

Y la raposa contestó:
- Ya me estoy poniendo el abrigo...

El gallo advirtió, por tercera vez:
- ¡Kikiriquí!
Ya me tienes aquí.
Traigo botas coloradas
y una guadaña afilada.
Si quiero, el cuello te corto.
¡Baja enseguida del horno!

La raposa, despavorida, bajó de un salto y escapó a todo correr. Y la liebrecita y el gallito vivieron felices y comieron perdices.


La casita de la liebrecita - Parte 1

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miércoles, 12 de septiembre de 2012

La casita de la liebrecita - Parte 1

Eranse que se eran una raposa y una liebre. La raposa tenía una casita de hielo; la liebre, una de troncos buenos. Pero la raposa hacía rabiar a la liebre:

- En mi casita hay mucha claridad, mientras que en la tuya reina la oscuridad. La mía es luminosa; la tuya, tenebrosa.

Llegó la primavera y la casita de la raposa se derritió. Entonces, la raposa le pidió a la liebre:

- Déjame, liebrecita, alojarme junto a tu casita, aunque sea en el patio.
- No, raposita, no te dejaré. ¿Por qué me hacías rabiar?

La raposa suplicó con mayor insistencia, y la liebre le permitió alojarse en el patio.

Al día siguiente, la raposa volvió a pedir:

- Anda, liebrecita, sé buenecita. Déjame vivir en el zaguán...
- No, no te dejaré. ¿Por qué me hacías rabiar?

La raposa rogó, imploró, y la liebre accedió a que se instalase en el zaguán.

Al tercer día, la raposa volvió a suplicar:

- Déjame, liebrecita, vivir en tu casita.
- No, no te dejaré. ¿Por qué me hacías rabiar?

La raposa tanto suplicó, que la liebre le permitió vivir en la casita. La raposa se acostó en el banco, y la liebre en lo alto del horno.

Al cuarto día, la raposa volvió a rogar:

- Liebrecita, sé buenecita, ¡déjame que me acueste contigo en lo alto del horno!
- No, no te dejaré. ¿Por qué me hacías rabiar?

Rogó una y otra vez la raposa con tan tiernas palabras, que la liebre la dejó subir a lo alto del horno.
Al cabo de un par de días, la raposa empezó a decirle a la liebre:

- Lárgate de aquí, bisoja. ¡No quiero vivir contigo!
Hasta que la echó de su casa.

La liebre, ya en la calle, lloraba a lágrima viva y se limpiaba las lágrimas con las patitas delanteras. Pasaron corriendo unos perros y le preguntaron:

- ¡Guau, guau, guau! ¿Por qué lloras, liebre?
- ¡Cómo no voy a llorar! Tenía yo una casita de troncos buenos, mientras que la de la raposa era de hielo. Y al llegar la primavera, se derritió. La raposa me pidió que la dejara dormir en mi casa, y ahora me ha echado a la calle.
- No llores, liebrecita -dijeron los perros. Nosotros la echaremos de allí.
- ¡No, no la echaréis!
- ¡Sí, la echaremos!

Y se acercaron a la casita:
- ¡Guau, guau, guau! ¡Fuera de ahí, raposa!

Pero ella les contestó desde lo alto del horno:
- Como baje,
de un zarpazo,
¡os destrozo
en mil pedazos!

Los perros se asustaron y huyeron.
Ya estaba de nuevo llorando la liebrecita. Pasó junto a ella un lobo:

- ¿Por qué lloras, liebre?
- ¡Cómo no voy a llorar! Tenía yo una casita de troncos buenos, mientras que la de la raposa era de hielo. Y al llegar la primavera, se derritió. La raposa me pidió que la dejara dormir en mi casa, y ahora me ha echado a la calle.
- No llores, liebrecita -dijo el lobo. Yo la echaré de allí.
- ¡No, no la echarás! Unos perros echarla quisieron, pero no lo consiguieron. Tú tampoco podrás.
- Sí, podré.

Llegó el lobo feroz a la casita y aulló con pavorosa voz:
- ¡Au-u... au-u-u! ¡Largo de ahí, raposa!

Pero la raposa respondió:
- Como baje,
de un zarpazo,
¡te destrozo
en mil pedazos!

El lobo se asustó y salió corriendo.

(Continuará)

La casita de la liebrecita - Parte 2

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miércoles, 8 de agosto de 2012

Los gansos

- ¡Ay, gansos, gansitos
de rojos piquitos!
¿En dónde estuvísteís?
¿Qué fue lo que visteis?

- Al lobo hemos visto;
se llevó un gansito,
el mejor de todos,
el más crecidito.

- ¡Ay, gansos, gansitos
de rojos piquitos!
¡Atacad al lobo!
¡Salvad al gansito!

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miércoles, 18 de julio de 2012

Los ratoncitos

Duerme el gato, bajo la manta,
los ratoncillo danzan y cantan.

Silencio, ratoncillos, dejad de alborotar,
porque podéis a Vaska despertar.

Y si este gato fiero se despierta,
acabará al momento con la fiesta.

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miércoles, 27 de junio de 2012

Chas! Chas!

- Toquemos las palmitas!
- ¿Dónde habéis estado?
- En casa de la abuelita.
- ¿Y qué habéis comido?
- Unas gachitas!
- ¿Y qué habéis bebido?
- Cervecita!

Gachas con mantequita,
cerveza dulcecita
y una buena abuelita.

Hemos comido y bebido,
y hemos vuelto a la casita
para empezar a cantar
al compás de las palmitas.

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miércoles, 30 de mayo de 2012

El lebrato

Vete al jardín, lebratillo,
ve al jardín, anda, guapillo.
Sal al jardín, buen lebrato,
anda, sal! que eres muy guapo!
Corta una flor, lebratillo,
corta dos, anda, guapillo.
Corta una flor, buen lebrato,
corta dos, que eres muy guapo!
Haz un ramo, lebratillo,
haz un ramo, anda, guapillo.
Haz un ramo, buen lebrato,
un ramo! que eres muy guapo!
Baila airoso, lebratillo,
baila airoso, anda, guapillo.
Baila con garbo, lebrato,
con garbo, que eres muy guapo!

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miércoles, 16 de mayo de 2012

La gallinita pinta

Eranse que se eran un abuelo y una abuela. Tenían una gallinita bonita, pinta. 

La gallina puso un huevo, pero no corriente, sino de oro reluciente.

El abuelo lo golpeó más de una vez, pero nunca lo pudo romper.

La abuela también lo golpeó, pero tampoco lo rompió.

Un ratoncillo, al correr, al huevo dio con el rabillo, y lo hizo caer. El huevecico quedó hecho añicos.

El abuelo lloraba, la abuela estaba desconsolada y la gallinita pinta cacareaba:

Co-co-co-cóo! Co-co-co-cóo!Consuélate, abuelita; no llores, abuelito! Que yo os pondré otro huevecito, pero no de oro reluciente, sino de los corrientes!

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miércoles, 25 de abril de 2012

El nabo

Un abuelo plantó nabos. Creció uno grande, redondo, tremendo. El abuelo quiso arrancarlo. Pero, por más que tiró, no lo logró.

Entonces llamó a la abuela. La abuela tiró del abuelo, y el abuelo del nabo. Pero por mucho que tiraron, no lo arrancaron.

Llamó la abuela a su nietecita. La nieta tiró de la abuela; la abuela, del abuelo, y el abuelo del nabo. Pero por más esfuerzos que hicieron, arrancarlo no pudieron.

La nietecita llamó a la perrita. La perrita tiró de la la nietecita; la nietecita, de la abuelita; la abuela, del abuelo, y el abuelo del nabo. Pero por mucho que se esforzaron, no lo arrancaron.

Llamó la perrita a la gatita. La gatita tiró de la perrita; la perrita de la nietecita; la nietecita, de la abuelita; la abuela, del abuelo, y el abuelo del nabo. Pero por más que sudaron, arrancarlo no lograron.

Llamó la gatita a un ratoncito. El ratoncito tiró de la gatita; la gatita, de la perrita; la perrita de la nietecita; la nietecita, de la abuelita; la abuela, del abuelo, y el abuelo del nabo. Tiraron y tiraron... y lo arrancaron!

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