Cuentan viejas historias que hubo una vez un matrimonio con siete hijos, todos fuertes y gallardos, excepto el más pequeño, que era débil y enfermizo.
Su desdicha aumentó cuando murieron los padres, pues entonces sus seis hermanos mayores le trataron con desprecio, obligándole a realizar las faenas más duras de la casa.
Cansado y desesperado de aquella vida, Bosuko, que así se llamaba el hermano menor, decidió pedir consejo al hombre más anciano de la ciudad, el cual le dijo:
- Te conviene visitar al buen Ruthiwamva.
- ¿Y cómo puedo llegar hasta él?
- Escucha: saldrás el martes próximo, y cuando salves esta primera montaña verás un campo de cañas de azúcar; pertenece a Ruthiwamva y debes respetarlo. Más adelante verás unos apetitosos carneros; no toques ni uno, pues son de aquél, y sigue adelante. Luego aparecerán en tu camino hemosos naranjales; su dueño es Ruthiwamva, y no debes probar ni uno solo de sus frutos. Después de cruzar otra montaña verás dos enormes bueyes; pertenecen a él y no debes arrojarles piedras. A poco, te tentará la fresca agua de un manantial, también de Ruthiwamva; por mucha sed que sientas, debes pasar de largo. Cuando llegues a la morada, y si su esposa te ofrece agua en un cántaro, beberás cuidando de no tocar el asa del recipiente.
Agradeció Bosuko los consejos al buen anciano y emprendió el camino. Al descubrir los campos de cañas de azúcar, se limitó a exclamar: "¡Qué cañas de azúcar tan soberbias!" Cuando aparecieron ante su vista los carneros pensó: "¡Maravillosos carneros!" Al llegar a los naranjales, la sed abrasaba la garganta de Bosuko, pero no vaciló en seguir adelante. Enseguida estuvo ante los impresionantes bueyes, y exclamó:"¡Magníficos animales!", sin molestarlos lo más mínimo. Al llegar al manantial, y a pesar de que la sed casi le hacía perder el sentido, susurró sencillamente: "¡Oh, qué agua tan cristalina!", y pasó de largo.
Vencidas estas terribles pruebas, Bosuko llegó a la morada del mago, el cual no estaba. Le recibió su esposa, que le ofreció agua en un cántaro; pero el viajero, sin tocarlo, dejó que ella vertiera algo de agua en su boca.
Enseguida apareció Ruthiwamva y preguntó a Bosuko:
- ¿Cuál es el motivo de tu visita?
- Señor, soy tan mal tratado por mis seis hermanos, que desearía convertirme en un mozo fuerte y gallardo.
Y como el mago sabía del buen comportamiento del joven al pasar ante sus cañas de azúcar, sus carneros, sus naranjales, sus bueyes y su manantial, le tocó en un hombro y lo convirtió en un muchacho vigoroso y atractivo.
Al regresar junto a sus hermanos y conocer éstos los detalles de su aventura, pensaron:
- "Si nosotros, que somos ya sanos y gallardos, pedimos a Ruthiwamva que nos mejore, nos convertiremos en gigantes apolíneos.
Y hablaron con el anciano y escucharon sus consejos, pero durante el viaje no cumplieron con ninguna de sus instrucciones, y cuando llegaron a la morada del mago y la esposa de éste les ofreció el cántaro con agua, los seis hermanos lo tomaron irrespetuosamente y bebieron hasta saciar su sed.
Luego llegó el mago y les preguntó qué deseaban.
- Queremos que nos conviertas en gigantes - le contestaron los seis hermanos.
- ¿Habéis respetado mis cañas de azúcar? - les preguntó.
- Solamente tomamos una cada uno.
- ¿Qué hicísteis con mis carneros?
- Nos comimos uno.
- ¿Y con mis naranjales?
- Tanta era nuestra sed, que arrancamos muchas naranjas.
- ¿También arrojásteis piedras a mis bueyes?
- ¡Este lo hizo! - y cinco hermanos señalaron a uno.
- ¿Y tomásteis con vuestras manos el cántaro de mi esposa?
- Es que teníamos mucha sed...
Ruthiwamva les miró severamente y añadió:
- Vuestro comportamiento ha sido, en verdad, lamentable. Habéis actuado como unos auténticos brutos y, en consecuencia, en brutos os convertiréis.
En adelante vivieron en los bosques, mientras que el honrado y voluntarioso Bosuko heredó todos sus bienes y vivió tranquilo y feliz durante muchos años.
Su desdicha aumentó cuando murieron los padres, pues entonces sus seis hermanos mayores le trataron con desprecio, obligándole a realizar las faenas más duras de la casa.
Cansado y desesperado de aquella vida, Bosuko, que así se llamaba el hermano menor, decidió pedir consejo al hombre más anciano de la ciudad, el cual le dijo:
- Te conviene visitar al buen Ruthiwamva.
- ¿Y cómo puedo llegar hasta él?
- Escucha: saldrás el martes próximo, y cuando salves esta primera montaña verás un campo de cañas de azúcar; pertenece a Ruthiwamva y debes respetarlo. Más adelante verás unos apetitosos carneros; no toques ni uno, pues son de aquél, y sigue adelante. Luego aparecerán en tu camino hemosos naranjales; su dueño es Ruthiwamva, y no debes probar ni uno solo de sus frutos. Después de cruzar otra montaña verás dos enormes bueyes; pertenecen a él y no debes arrojarles piedras. A poco, te tentará la fresca agua de un manantial, también de Ruthiwamva; por mucha sed que sientas, debes pasar de largo. Cuando llegues a la morada, y si su esposa te ofrece agua en un cántaro, beberás cuidando de no tocar el asa del recipiente.
Agradeció Bosuko los consejos al buen anciano y emprendió el camino. Al descubrir los campos de cañas de azúcar, se limitó a exclamar: "¡Qué cañas de azúcar tan soberbias!" Cuando aparecieron ante su vista los carneros pensó: "¡Maravillosos carneros!" Al llegar a los naranjales, la sed abrasaba la garganta de Bosuko, pero no vaciló en seguir adelante. Enseguida estuvo ante los impresionantes bueyes, y exclamó:"¡Magníficos animales!", sin molestarlos lo más mínimo. Al llegar al manantial, y a pesar de que la sed casi le hacía perder el sentido, susurró sencillamente: "¡Oh, qué agua tan cristalina!", y pasó de largo.
Vencidas estas terribles pruebas, Bosuko llegó a la morada del mago, el cual no estaba. Le recibió su esposa, que le ofreció agua en un cántaro; pero el viajero, sin tocarlo, dejó que ella vertiera algo de agua en su boca.
Enseguida apareció Ruthiwamva y preguntó a Bosuko:
- ¿Cuál es el motivo de tu visita?
- Señor, soy tan mal tratado por mis seis hermanos, que desearía convertirme en un mozo fuerte y gallardo.
Y como el mago sabía del buen comportamiento del joven al pasar ante sus cañas de azúcar, sus carneros, sus naranjales, sus bueyes y su manantial, le tocó en un hombro y lo convirtió en un muchacho vigoroso y atractivo.
Al regresar junto a sus hermanos y conocer éstos los detalles de su aventura, pensaron:
- "Si nosotros, que somos ya sanos y gallardos, pedimos a Ruthiwamva que nos mejore, nos convertiremos en gigantes apolíneos.
Y hablaron con el anciano y escucharon sus consejos, pero durante el viaje no cumplieron con ninguna de sus instrucciones, y cuando llegaron a la morada del mago y la esposa de éste les ofreció el cántaro con agua, los seis hermanos lo tomaron irrespetuosamente y bebieron hasta saciar su sed.
Luego llegó el mago y les preguntó qué deseaban.
- Queremos que nos conviertas en gigantes - le contestaron los seis hermanos.
- ¿Habéis respetado mis cañas de azúcar? - les preguntó.
- Solamente tomamos una cada uno.
- ¿Qué hicísteis con mis carneros?
- Nos comimos uno.
- ¿Y con mis naranjales?
- Tanta era nuestra sed, que arrancamos muchas naranjas.
- ¿También arrojásteis piedras a mis bueyes?
- ¡Este lo hizo! - y cinco hermanos señalaron a uno.
- ¿Y tomásteis con vuestras manos el cántaro de mi esposa?
- Es que teníamos mucha sed...
Ruthiwamva les miró severamente y añadió:
- Vuestro comportamiento ha sido, en verdad, lamentable. Habéis actuado como unos auténticos brutos y, en consecuencia, en brutos os convertiréis.
En adelante vivieron en los bosques, mientras que el honrado y voluntarioso Bosuko heredó todos sus bienes y vivió tranquilo y feliz durante muchos años.
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