Una plantita de lino era muy feliz con sus delicadas florecillas azules y las caricias de la lluvia, pero un mal día la arrancaron y la metieron en unas máquinas que la torturaron de mil maneras.
El lino, sin embargo, no se lamentó de la misma forma, y estaba contento de las mil cosas bellas que había tenido en su vida.
Cuando al fin salió del telar, se había convertido en un magnífico tejido y las alabanzas de quienes lo admiraban fueron motivo de nueva satisfacción.
Aún su historia no había terminado: después la tela fue atacada por las tijeras y la aguja, que le hicieron sufrir muchísimo, pero que la transformaron en una elegantísima blusa. El lino continuaba repitiéndose lo afortunado que había sido en su vida, a pesar de todo lo que había tenido que pasar.
Pero todavía no habían terminado sus sufrimientos ni sus alegrías. Cuando se convirtió en un harapo lo mandaron a una tolva y lo convirtieron en papel; lo pasaron por los cilindros de la máquina de imprimir y se convirtió en un libro. Y, cuando al final lo quemaron, se hizo humo y subió al cielo.
El lino, sin embargo, no se lamentó de la misma forma, y estaba contento de las mil cosas bellas que había tenido en su vida.
Cuando al fin salió del telar, se había convertido en un magnífico tejido y las alabanzas de quienes lo admiraban fueron motivo de nueva satisfacción.
Aún su historia no había terminado: después la tela fue atacada por las tijeras y la aguja, que le hicieron sufrir muchísimo, pero que la transformaron en una elegantísima blusa. El lino continuaba repitiéndose lo afortunado que había sido en su vida, a pesar de todo lo que había tenido que pasar.
Pero todavía no habían terminado sus sufrimientos ni sus alegrías. Cuando se convirtió en un harapo lo mandaron a una tolva y lo convirtieron en papel; lo pasaron por los cilindros de la máquina de imprimir y se convirtió en un libro. Y, cuando al final lo quemaron, se hizo humo y subió al cielo.
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