Un cisne y una oca habían sido comprados en el mercado el mismo día y llevados juntos al estanque de una gran mansión. Ambos estaban destinados al disfrute de su amo: el cisne a alegrarle la vista y el oído con sus bellas formas y su canto legendario, y la oca a deleitarle el estómago con su sabrosa carne y su fino hígado.
Durante un tiempo vivieron felices y contentos como buenos amigos. Chapoteaban todo el día en el agua y el señor y sus invitados iban siempre al estanque para admirar y alabar a los dos animales y les echaban comida.
Pero llegó el día en que el dueño mandó cocinar la oca. El cocinero fue al estanque a buscar a la involuntaria huésped de honor del banquete. Casualmente aquel día el cocinero, después de una larga noche de diversión, estaba borracho y, en vez de la oca, tomó al cisne.
Cuando éste vio el cuchillo cerca de su cuello, entonó su famoso último canto. El cocinero quedó tan sorprendido que no quiso matarlo.
Y así se salvaron los dos amigos.
Durante un tiempo vivieron felices y contentos como buenos amigos. Chapoteaban todo el día en el agua y el señor y sus invitados iban siempre al estanque para admirar y alabar a los dos animales y les echaban comida.
Pero llegó el día en que el dueño mandó cocinar la oca. El cocinero fue al estanque a buscar a la involuntaria huésped de honor del banquete. Casualmente aquel día el cocinero, después de una larga noche de diversión, estaba borracho y, en vez de la oca, tomó al cisne.
Cuando éste vio el cuchillo cerca de su cuello, entonó su famoso último canto. El cocinero quedó tan sorprendido que no quiso matarlo.
Y así se salvaron los dos amigos.
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