Hace mucho, muchísimo tiempo, vivió Hans, un joven gigante muy bueno y servicial. Se prestaba de buen grado a hacer cualquier trabajo y, gracias a su enorme fuerza, hacía el solo el trabajo de doce hombres. Pero después exigía que se respetaran los tratos y, si alguno intentaba aprovecharse de su buen carácter para engañarlo, se enfadaba y se volvía peligroso.
Una vez, un carretero intentó con falsos pretextos darle mucho menos dinero de lo que habían acordado, ayudado por su mujer. Hans lo puso en el carro y lo lanzó al cielo; después puso a la mujer en otro carro y la lanzó al cielo también a ella.
Pero la mujer, como pesaba menos, llegó más arriba que su marido. El hombre la vio pasar, pero no pudo hacer nada para detener el carro en el que iba su mujer.
- Ven aquí! -la llamó con todas sus fuerzas.
- No puedo ir! Ven tú aquí a buscarme!
Desde entonces, ambos continúan corriendo por el cielo sin poderse dar alcance, por no haber querido pagar lo acordado al joven gigante. Los astrónomos los llaman la Osa Mayor y la Osa Menor.
Una vez, un carretero intentó con falsos pretextos darle mucho menos dinero de lo que habían acordado, ayudado por su mujer. Hans lo puso en el carro y lo lanzó al cielo; después puso a la mujer en otro carro y la lanzó al cielo también a ella.
Pero la mujer, como pesaba menos, llegó más arriba que su marido. El hombre la vio pasar, pero no pudo hacer nada para detener el carro en el que iba su mujer.
- Ven aquí! -la llamó con todas sus fuerzas.
- No puedo ir! Ven tú aquí a buscarme!
Desde entonces, ambos continúan corriendo por el cielo sin poderse dar alcance, por no haber querido pagar lo acordado al joven gigante. Los astrónomos los llaman la Osa Mayor y la Osa Menor.
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