Un chico estaba jugando a la orilla del río; resbaló y cayó al agua. Consiguió agarrarse a unas cañas y empezó a pedir ayuda.
Llegó un hombre, uno de ésos que creen saberlo todo; en vez de ayudarle a salir, empezó a reprenderlo:
- ¡No se juega con el agua! ¡Hay que mirar donde se ponen los pies!
Así estuvo un buen rato y el chico aprendió muchas cosas útiles pero, desde luego, habría preferido ser salvado sin tantos discursos, aunque éstos fueran razonables, y un poco más rápido.
Llegó un hombre, uno de ésos que creen saberlo todo; en vez de ayudarle a salir, empezó a reprenderlo:
- ¡No se juega con el agua! ¡Hay que mirar donde se ponen los pies!
Así estuvo un buen rato y el chico aprendió muchas cosas útiles pero, desde luego, habría preferido ser salvado sin tantos discursos, aunque éstos fueran razonables, y un poco más rápido.
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