Un rayo de sol traspasó, quien sabe cómo, la nieve y la flor que estaba escondida debajo creyó que ya era abril. Se estiró, creció sobre su tallo, abrió su agujero en el suelo helado y asomó la cabeza.
¡Ahí va!, se había equivocado: todavía era invierno. Todos se burlaban de la inocente campanilla, que habría muerto de frío si un niño no se la hubiese llevado a casa. La puso en agua, en una habitación calentita y allí se sintió como una reina.
Un día la hermana del niño la sacó del jardín y la metió en un sobre, junto a una carta. La campanilla no sabía leer, pero aquellas palabras debían ser muy bellas porque, al final de un incómodo viaje, apretada entre otros sobres y paquetes dentro de la saca del correo, la flor fue sacada del sobre y un joven la tomó amorosamente, se la acercó a los labios y la besó con amor.
Aquel joven se convirtió en un gran poeta y es sus versos no se olvidó de la amada campanilla de las nieves y la hizo famosa; quizás había nacido un poco tonta pero con muchísima suerte, ahorá vivirá eternamente gracias a los versos del poeta.
¡Ahí va!, se había equivocado: todavía era invierno. Todos se burlaban de la inocente campanilla, que habría muerto de frío si un niño no se la hubiese llevado a casa. La puso en agua, en una habitación calentita y allí se sintió como una reina.
Un día la hermana del niño la sacó del jardín y la metió en un sobre, junto a una carta. La campanilla no sabía leer, pero aquellas palabras debían ser muy bellas porque, al final de un incómodo viaje, apretada entre otros sobres y paquetes dentro de la saca del correo, la flor fue sacada del sobre y un joven la tomó amorosamente, se la acercó a los labios y la besó con amor.
Aquel joven se convirtió en un gran poeta y es sus versos no se olvidó de la amada campanilla de las nieves y la hizo famosa; quizás había nacido un poco tonta pero con muchísima suerte, ahorá vivirá eternamente gracias a los versos del poeta.
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