Hanaco, la hija del samurai, estaba obligada a llevar un feo sombrero que le tapaba la cara. Se lo había puesto su padre antes de morir y desde entonces nadie había conseguido quitárselo.
En el pueblo todos se burlaban de ella a causa de aquel sombrero. Cansada de las burlas, la joven prefirió marcharse de allí. Después de mucho caminar llegó a una ciudad donde, para ganarse la vida, entró al servicio del príncipe.
Pero ahora eran los demás criados los que se burlaban y la maltrataban. Un día el hijo del príncipe encontró a Hanaco llorando. Escuchó su historia y quedó tan conmovido que pidió a su padre permiso para casarse con ella. ¿Pero cómo iba un noble a casarse con una sierva? Para poner fin a aquella historia, Hanako fue expulsada de palacio.
Ya iba a salir de la sala del trono cuando el gran sombrero cayó por sí sólo y mostró la extraordinaria belleza de la joven y también las joyas, que durante tanto tiempo habían estado escondidas en aquel excepcional cofre, rodaron por el suelo.
Un ministro reconoció a la hija del samurai, que pudo así casarse con el joven príncipe.
En el pueblo todos se burlaban de ella a causa de aquel sombrero. Cansada de las burlas, la joven prefirió marcharse de allí. Después de mucho caminar llegó a una ciudad donde, para ganarse la vida, entró al servicio del príncipe.
Pero ahora eran los demás criados los que se burlaban y la maltrataban. Un día el hijo del príncipe encontró a Hanaco llorando. Escuchó su historia y quedó tan conmovido que pidió a su padre permiso para casarse con ella. ¿Pero cómo iba un noble a casarse con una sierva? Para poner fin a aquella historia, Hanako fue expulsada de palacio.
Ya iba a salir de la sala del trono cuando el gran sombrero cayó por sí sólo y mostró la extraordinaria belleza de la joven y también las joyas, que durante tanto tiempo habían estado escondidas en aquel excepcional cofre, rodaron por el suelo.
Un ministro reconoció a la hija del samurai, que pudo así casarse con el joven príncipe.
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