Un pescador regresaba a su casa con el carro lleno de anguilas. El zorro Renardo lo vio y enseguida planeó la forma de procurarse una suculenta cena: se tumbó en medio del camino y se fingió muerto.
Al verlo, el pescador se dejó engañar. Recogió al zorro, convencido de haber conseguido una buena piel y lo metió en un cajón. Cuando el pescador vovlió a su puesto al frente del carro, Renardo se apresuró a tirar todas las anguilas al camino, después saltó, las recogió y se fue.
Así el ingenuo y avaricioso pescador se quedó sin piel y sin pescado.
Al verlo, el pescador se dejó engañar. Recogió al zorro, convencido de haber conseguido una buena piel y lo metió en un cajón. Cuando el pescador vovlió a su puesto al frente del carro, Renardo se apresuró a tirar todas las anguilas al camino, después saltó, las recogió y se fue.
Así el ingenuo y avaricioso pescador se quedó sin piel y sin pescado.
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