El Rey Salomón era tan sabio y tan justo que Dios le había dado poder sobre todos los espíritus, los demonios y también sobre todos los animales.
La Reina de Saba quiso comprobar si lo que se decía de sus poderes era cierto y le mandó un mensajero con un ánfora.
- ¿Puedes adivinar lo que contiene? -preguntó el mensajero.
- Una perla y una esmeralda.
- Has de agujerearlos y pasar un hilo a través de ellos -añadió el mensajero.
Un espíritu aconsejó al rey el nombre de un habilísimo orfebre, capaz de realizar cualquier trabajo; pero realmente parecía que nadie pudiera encontrar la forma de pasar el hilo por aquellos finísimos agujeros.
- ¿Puedo intentarlo yo, majestad? -dijo una vocecita.
Era un minúsculo gusano. Cogió el hilo con la boca, se metió en la perla y salió por el otro lado; después hizo lo mismo con la esmeralda.
La Reina de Saba comprendió así que no podía enfrentarse a un rey que tenía a sus órdenes a los demonios, los espíritus y hasta los gusanos! Y fue a rendirle homenaje.
La Reina de Saba quiso comprobar si lo que se decía de sus poderes era cierto y le mandó un mensajero con un ánfora.
- ¿Puedes adivinar lo que contiene? -preguntó el mensajero.
- Una perla y una esmeralda.
- Has de agujerearlos y pasar un hilo a través de ellos -añadió el mensajero.
Un espíritu aconsejó al rey el nombre de un habilísimo orfebre, capaz de realizar cualquier trabajo; pero realmente parecía que nadie pudiera encontrar la forma de pasar el hilo por aquellos finísimos agujeros.
- ¿Puedo intentarlo yo, majestad? -dijo una vocecita.
Era un minúsculo gusano. Cogió el hilo con la boca, se metió en la perla y salió por el otro lado; después hizo lo mismo con la esmeralda.
La Reina de Saba comprendió así que no podía enfrentarse a un rey que tenía a sus órdenes a los demonios, los espíritus y hasta los gusanos! Y fue a rendirle homenaje.
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