Bienvenido a nuestro "Libro de Cuentos", esperamos que puedas encontrar aquí tus historias favoritas.
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martes, 27 de septiembre de 2011

La esfera de cristal

Una nave que transportaba entre su carga una prodigiosa esfera de cristal, enviada como regalo al emperador del Japón, naufragó. Cuando el emperador se enteró, mandó a los mejores buceadores en su busca, pero sin resultado.

Se presentó una mujer pequeña y delicada con su hijito en brazos, y pidió que la dejaran intentarlo a ella. Parecía imposible que pudiera conseguir lo que no habían conseguido los mejores buceadores, pero ella explicó que, si lo conseguía, con el premio podría hacer que su hijo, Kamatari, fuera samurai.

Le dieron permiso. Ella se ató a una cuerda y se lanzó al agua. Bajó hasta el fondo del mar, donde estaba el palacio de los dragones: la esfera estaba allí, robada por los señores de los abismos. La mujer la agarró y comenzó a ascender lentamente, pero los más espantosos monstruos marinos la atacaron.

Con su puñal se abrió el pecho y escondió allí la esfera, donde la encontraron cuando su cuerpo fue subido hasta la nave. Recuperada la esfera, el emperador mantuvo la palabra dada a la heroica madre y Kamatari se convirtió en un valiente samurai.

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jueves, 22 de septiembre de 2011

Yo soy el Zorro

- Yo soy... el Zorro. Dicen que soy un embustero. Vendo corchos por nueces y bolitas por aceitunas. Engaño a todos los que puedo. Me paso la vida vendiend mentiras.

El gato, el perro y el chanchito no me creen, pero la ovejita sí. Siempre me compra sin protestar, ayer le vendí pedritas por caramelos y la tonta se las comió. Los animales que no me quieren se unen para proteger a la oveja. Dicen que van a castigarme.

No hacen más que hablar. Mientras, yo sigo vendiendo y engañanado a todos los que puedo. El perro ladra enojado, el gato maúlla, el chanchit gruñe y el ganso alborotado aturde más y más.

La ovejita corre y salta todo el día, nunca pensó en trabajar.
Un pajarito le pregunta:

- ¿No piensas estudiar? ¿No quieres aprender?
- ¿Para qué? A mí solo me gusta jugar -responde ella.
- Así, siempre te engañarán.

Hago callar al ave imprudente que habla de más y me acerco a la oveja para tratar de venderle algo... un aparato de ésos que le llaman espaciales o platos voladores. Encontré una calesita abandonada y con algunos arreglitos puedo sacarle mucho dinero.

- Esto gira ligerito, ligerito, y sube como un ascensor. Podrás pasear en él y correr por otros planetas. Verás qué divertido -le dice el zorro a la oveja.

La ovejita entusiasmada se dispone a subir y ya va a pagarle, cuando de pronto llegan el gato, el chanchito y el perro. Este último dice al zorro:

- ¡Primero lo probarás tú! ¡Sube!

Y el zorro que no, y ellos que sí. Y al final ganan ellos. La calesita empieza a dar vueltas y más vueltas.

- ¡Qué mal me siento! -dice el zorro, y allí sale por el aire.

Y justo va a caer en un cactus lleno de espinas.

- ¡Ayyy, cómo pinchan! Tengo cien, doscientas, mil espinitas clavadas. Me pasaré días y días tratando de sacármelas. Y ellos ríen y ríen de mi desgracia. Estoy pensando que más me conviene portarme bien.

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domingo, 18 de septiembre de 2011

El águila, el cuervo y el pastor

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos qué clase de ave era aquella, y les dijo:

- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

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miércoles, 14 de septiembre de 2011

La alondra y sus crías

Una alondra había hecho su nido a principios de la primavera en el joven trigo verde. Sus crías habían alcanzado casi todo su desarrollo y conocían el uso de sus alas y su cuerpo estaba ya lleno de plumas, cuando el dueño del campo, revisando su cosecha madura, dijo:

- Ha llegado el momento en que debo pedir a todos mis vecinos que me ayuden con la cosecha.

Una de las alondras jóvenes oyó su decir y lo relató a su madre, preguntándole a qué lugar deberían moverse para su seguridad.

- No hay ninguna necesidad para moverse aún, mi hija -contestó. - El hombre que busca a sus amigos para ayudarle con su cosecha no está realmente preparado.

El dueño del campo vino otra vez unos días más tarde y vio que el trigo empezaba a mostrar exceso de madurez. Él dijo:

- Vendré yo mismo mañana con mis trabajadores y con tantas segadoras como pueda alquilar, y entraré a cosechar.

La alondra madre al oír estas palabras le dijo a sus hijas:

- Ahora sí es el momento para partir, mis pequeñas, ya que el hombre sí lo hará esta vez; él ya no pedirá a sus amigos manejarle su cosecha, sino que cosechará el campo él mismo.

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sábado, 10 de septiembre de 2011

El duendecillo del cuaderno

El reloj dio la última campanada de la medianoche y todas las cosas que estaban en la habitación oscura cobraron vida. Hasta los cuadernos guardados en la cartera de Andrés, preparados para ir a la escuela al día siguiente, y hasta las palabras que sin mucho esmero -todo hay que decirlo- estaban escritas en los cuadernos.

El duendecillo capitán del cuaderno pasó revista a las letras alineadas en los renglones y se llevó las manos a la cabeza desesperado: ¡no estaban bien en fila y no había una igual a la otra! Una era alta y estirada, otras eran tan gordas que se salían por todas partes, unas se ponían como de puntillas y otras parecía que estaban sentadas. Y había unas inclinadas a la izquierda y otras a la derecha.

¡Un desastre! Andrés no era muy bueno en escritura porque iba muy deprisa, y así no le salían bien las letras.

¡Atención! ¡Uno-dos! ¡Uno-dos! ¡Uno-dos!

Enfadado, el duendecillo obligó a hacer gimnasia a las letras hasta que todas, aunque cansadas, estuvieron derechas y seguras, ordenadas y bonitas.

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martes, 6 de septiembre de 2011

Pajarillo que no canta

Un pobre remendón quería muchísimo a su hija; sólo con verla le entraban ganas de cantar de alegría. Pero la joven era muda y por eso los vecinos la llamaban "Pajarillo que no canta".

Un día, el hijo del rey enfermó y un hada dijo que sólo podría curarlo el pajarillo que no canta. Nadie sabía a qué pájaro se refería, pero se enviaron mensajes por todo el reino para premiar a quien encontrara el ave.

La noticia llegó hasta el zapatero, que llevó a su hija a palacio. Pero el rey, sintiéndose burlado al ver que no era un pájaro de verdad sino una joven muda, mandó a prisión al padre y a la hija.

Justo en aquel momento, el príncipe con voz lastimera exclamó en su lecho:
- ¡Han enjaulado al Pajarillo que no canta!

Y la joven en prisión cantó por primera vez:

"Pajarillo que no canta,
volará hasta tu estancia.
Su nido muy alto hará,
muda nunca más será."

En cuanto el rey lo supo, soltó a la muchacha. El príncipe sanó y se casó con ella.

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viernes, 2 de septiembre de 2011

Calandrino y el "heliotropo"

Calandrino, un pintor florentino no muy espabilado, era la víctima preferida de las breomas de sus amigos, Bruno y Buffalmacco, también pintores.

Un día, lo invitaron a ir con ellos a la ribera del río para buscar el mágico "heliotropo"; una piedra que, según ellos, tenía el poder de hacer invisibles a quien la tomara en su mano. El heliotropo es en realidad una planta de florecillas lilas con aroma a vainilla.

- ¿Y cómo sabremos cuál es? -preguntó Calandrino.
- Es una piedra negra -dijo Buffalmacco. Tomaremos todas las piedras negras hasta que uno de nosotros se haga invisible.

Calandrino quería ser el que encontrara el heliotropo, y recogió muchas piedras. Al rato, sus amigos fingieron que no lo veían.

- ¿Dónde está Calandrino?
- ¡ Estaba aquí hace un momento!

Calandrino, al oír las palabras de sus amigos, creyó haber encontrado el heliotropo y muy contento se alejó corriendo a toda velocidad para no compartir con nadie su fortuna... aguantando, eso sí, sin rechistar las pedradas que sus bromistas amigos le tiraban.

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