Una alondra había hecho su nido a principios de la primavera en el joven trigo verde. Sus crías habían alcanzado casi todo su desarrollo y conocían el uso de sus alas y su cuerpo estaba ya lleno de plumas, cuando el dueño del campo, revisando su cosecha madura, dijo:
- Ha llegado el momento en que debo pedir a todos mis vecinos que me ayuden con la cosecha.
Una de las alondras jóvenes oyó su decir y lo relató a su madre, preguntándole a qué lugar deberían moverse para su seguridad.
- No hay ninguna necesidad para moverse aún, mi hija -contestó. - El hombre que busca a sus amigos para ayudarle con su cosecha no está realmente preparado.
El dueño del campo vino otra vez unos días más tarde y vio que el trigo empezaba a mostrar exceso de madurez. Él dijo:
- Vendré yo mismo mañana con mis trabajadores y con tantas segadoras como pueda alquilar, y entraré a cosechar.
La alondra madre al oír estas palabras le dijo a sus hijas:
- Ahora sí es el momento para partir, mis pequeñas, ya que el hombre sí lo hará esta vez; él ya no pedirá a sus amigos manejarle su cosecha, sino que cosechará el campo él mismo.
- Ha llegado el momento en que debo pedir a todos mis vecinos que me ayuden con la cosecha.
Una de las alondras jóvenes oyó su decir y lo relató a su madre, preguntándole a qué lugar deberían moverse para su seguridad.
- No hay ninguna necesidad para moverse aún, mi hija -contestó. - El hombre que busca a sus amigos para ayudarle con su cosecha no está realmente preparado.
El dueño del campo vino otra vez unos días más tarde y vio que el trigo empezaba a mostrar exceso de madurez. Él dijo:
- Vendré yo mismo mañana con mis trabajadores y con tantas segadoras como pueda alquilar, y entraré a cosechar.
La alondra madre al oír estas palabras le dijo a sus hijas:
- Ahora sí es el momento para partir, mis pequeñas, ya que el hombre sí lo hará esta vez; él ya no pedirá a sus amigos manejarle su cosecha, sino que cosechará el campo él mismo.
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