Una vieja pareja de caracoles vivía feliz en un bosque del que se consideraba dueña, al no haber otros caracoles que les disputaran su dominio.
Pero, a la vez, ésto les causaba un grave problema: no sabían dónde buscar esposa para su único hijo.
- Llamadnos si veis alguna caracolilla bella y buena para nuestro hijo -encargaron a los mosquitos, que volaban por todas partes como locos, como si tuvieran mucho que hacer.
- Hay una a diez minutos de vuelo de aquí -les dijo un día una mariposa. - Es una pobre huérfana, pero muy virtuosa.
- Dile que venga enseguida a vernos.
Y la caracolilla se puso en camino. Empleó ocho días en llegar, lo cual demostraba que era de buena raza.
La boda se celebró enseguida. Las abejas pusieron la miel, y las luciérnagas la luz. Las hormigas fueron las damas de honor y la marcha nupcial fue tocada por la lluvia, que caía sobre las hojas.
El nuevo matrimonio tuvo muchos hijos y vivió feliz y contento, tanto como lo habían sido sus padres, los reyes del bosque.
Pero, a la vez, ésto les causaba un grave problema: no sabían dónde buscar esposa para su único hijo.
- Llamadnos si veis alguna caracolilla bella y buena para nuestro hijo -encargaron a los mosquitos, que volaban por todas partes como locos, como si tuvieran mucho que hacer.
- Hay una a diez minutos de vuelo de aquí -les dijo un día una mariposa. - Es una pobre huérfana, pero muy virtuosa.
- Dile que venga enseguida a vernos.
Y la caracolilla se puso en camino. Empleó ocho días en llegar, lo cual demostraba que era de buena raza.
La boda se celebró enseguida. Las abejas pusieron la miel, y las luciérnagas la luz. Las hormigas fueron las damas de honor y la marcha nupcial fue tocada por la lluvia, que caía sobre las hojas.
El nuevo matrimonio tuvo muchos hijos y vivió feliz y contento, tanto como lo habían sido sus padres, los reyes del bosque.
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